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POLEMICA

I
Sobre "La Inmaculada Concepción" de Narciso Lué

12 de Junio de 2006

Al Sr. Narciso Lue,
estimado Sr. he leído su trabajo sobre el simbolismo de la Inmaculada Concepción en la webmagazine ATRIVM, y quiero hacerle algunos comentarios al respecto: en primer lugar le agradezco por su trabajo sobre el sentido profundo del Cristianismo, y quiero que quede bien claro que si no lo considerara de valor no estaría yo escribiéndole.

Pero aclarado esto, quiero hacerle una simple observación crítica con respecto al modo en que Uds. discute la distinción de Personas en la Santísima Trinidad: a mi juicio, con todo respeto, se ha dejado Ud. llevar por una concepción un tanto abstracta de la unidad de Dios por eso considera que dicha Unidad se ve afectada por la pluralidad de personas en la Trinidad.

Si Ud. profundiza las enseñanzas de los Padres y Doctores verá no podría Ud. decir que el catolicismo en su doctrina sobre la triunidad atentó de alguna forma contra la absoluta unidad de Dios o contra la identidad de Jesús con Dios.

Su crítica recuerda la que hacen los musulmanes a la doctrina de la Trinidad, pues debido al papel central que la Unidad y Unicidad de Alá tiene en su doctrina no pueden concebir que en la Trinidad se mantenga intacta la perfecta Unidad y Unicidad de Dios. Pero los musulmanes estaban llamados a fundar un nuevo orden teológico mientras que Ud. se dice cristiano... si me perdona que se lo ponga en éstos términos, le diré que Ud. a diferencia de ellos –y de los creyentes o adeptos a cualquier otro camino– un cristiano está obligado a luchar contra sus propios criterios hasta lograr resolver la paradoja aparente entre la unidad de Dios, la identidad de Jesús con Dios, y la pluralidad de personas en la Trinidad.

Al respecto, me permito recordarle un pasaje de San Agustín acerca del misterio del Dios uno y trino: "En los seres corpóreos, una cosa no es lo mismo que tres juntas, y dos suman más que una. En la Trinidad excelsa, en cambio, una persona es igual a las otras dos, y en sí son infinitas. Y cada una está en cada una de las otras, y todas en una, y una en todas, y todas en todas, y todas son unidad." (San Agustín, La Trinidad, 6,9,12)

Ya lo vé, el problema estaba contemplado y resuelto –por la intuición intelectual no por la razón– desde aquellos primeros tiempos de la reflexión cristiana. Y en cambio al razonar como lo hace Ud. en su artículo se trasladan categorías formales (incluso cuantitativas y corporales) a un plano metafísico donde esas categorías ya no tienen razón de ser.

Esto es todo lo que quería decirle. Espero que lo tome a bien. Por lo demás, en su conjunto y en su tema principal, se texto me ha parecido muy bueno.

Cordialmente
Máximo Lameiro
Bs. As.

 

13 de Junio de 2006

Respuesta al señor Máximo Lameiro

Antes de entrar en la cuestión, deseo hacer dos precisiones: en primer lugar, yo en ninguna parte de cualquiera de mis escritos me he declarado "cristiano", ni católico. Mi profesión de fe, si la tengo, es algo que no comparto con nadie. Lo que yo he dicho es que para conocer una doctrina sagrada no es una actitud aconsejable hacerlo con críticas u objeciones, sino, en este caso "como un buen cristiano". Si la obra tratara del Islán, debiera yo haber adoptado la actitud de un buen musulmán. Lo digo claramente al comienzo de este artículo, por si desea usted confirmarlo.

Mis palabras escritas, fueron éstas:

A cuenta de lo que se acaba de decir, conviene dejar aclarado que cuando se realiza un trabajo de exégesis de un hermetismo sagrado, no es de rigor el dedicarse a objetar sus principios, o a ejercer críticas a sus dogmas, pues una tarea con esta actitud incisiva crearía una profunda confusión tras la mezcla de la crítica con la exégesis y la objeción con el símbolo y la verdad que encierra. Queda claro, por ello, que aquí no se hará una apología del cristianismo ni se fomentará su antítesis. Esta neutralidad es posible siempre que se quiera conocer en profundidad una doctrina sagrada, y el cristianismo lo es. No hay otra manera de trabajar que desde dentro de la propia doctrina

La segunda precisión que deseo hacer se refiere al artículo en cuestión. Se trata de un capítulo de una obra de mayor aliento que de momento voy publicando en la web de ATRIVM, y lo hacemos así, porque son episodios teológicos del todo independientes y unidos solamente por el espíritu generador de los dogmas de esta doctrina sagrada.

A propósito de esto, pronto, según me dicen los editores de ATRIVM, insertarán otros capítulos y tengo entendido que el primero que aparecerá en pocos días trata, precisamente, de la "Biunidad y dualidad de Jesús", donde reniego de la metafísica ontológica para explicar la verdadera "naturaleza" sagrada de Jesús para lo cual, entre otras cosas, me aparto firmemente del trabajo que sobre la Biunidad de Jesús publicó Ananda Coomaraswamy, según podrá comprobar en ATRIVM, si lo desea, dentro de poco. Lo que digo en la Inmaculada Concepción, y puede usted confirmarlo, es lo siguiente:

La divinidad de Jesús está por encima de estos estados superiores porque, para decirlo mejor, está en otra dimensión. Jesús muere, en lo que de humano tuvo, y resucita por lo que de divino tiene y siempre tendrá. Y esa resurrección no puede ser captada mediante ejercicios de imaginación o especulaciones teológicas o propias de una metafísica especulativa, porque es un acto que trasciende lo meramente sagrado para ser absorbido por el Creador. Jesús es Hijo de Dios Padre, que es la explicación más sencilla de un acto cósmico inexplicable aplicando las reglas de la metafísica terrenal (especulativa), o el razonamiento lógico. Es inexplicable porque carece de realidad empírica; sólo es posible asumirlo dentro de una realidad cósmica, de que adolece el mundo actual. Jesús no es una parte de Dios (una parte de la Santísima Trinidad), porque es Dios mismo.

Más adelante digo:

Terminamos por ahora este asunto recalcando que Jesús como Dios que Es, no se sentó a la diestra de Dios Padre en los explícitos términos que el relato histórico propugna, sino que retornó a Sí Mismo porque, si es Único, no puede ser un fragmento de sí mismo, sino siempre y de toda forma posible, una Unicidad induplicada, indivisible e increada. Jesús durante su vida terrenal fue el reflejo de Dios Único, y por ello Él mismo habla de Dios Padre como de algo distinto a Sí Mismo. Viviendo su tránsito terrenal debió asumir la verdad que reza de que todo lo inferior es reflejo de lo superior mas, con su resurrección retornó a Sí Mismo, a su estado primigenio anterior a todo lo creado. No es que Dios todo lo puede, incluso, transgredir las leyes de la Creación, es que esa trasgresión sólo es visible para los ojos apropiados a una mentalidad terrenal, en un contexto terrenal. En este caso no hay milagro, ni trasgresión de leyes, ni explicación imposible. Lo que hay es una manera intuitiva de conocer los secretos de una cosmogonía no suficientemente desarrollada a causa de una evolución detenida en el tiempo histórico, sin que quienes deben enriquecerla con una actividad constante del intelecto, lo hayan siquiera intentado, porque han preferido guardar lo que se adquirió y petrificarlo por el justificado propósito de que no sufra destrucción. Y el método fue la inquisición que junto a otros errores de la Iglesia, incitó a Juan Pablo II a disculparse ante la humanidad, lo que le exigió, entre otras virtudes, mucha valentía.

Terminada la cita, creo que usted me atribuye como mis propias palabras lo que indico que se ha opinado sobre el tema por otros. A propósito del arrianismo, por ejemplo, del que nadie podría suponer que pertenezco a esa tendencia religiosa, por recordar sus disputas intelectuales con los primeros teólogos cristianos.

Dos cosas para terminar. Una de ellas se refiere al manejo un tanto libérrimo que hace usted del lenguaje técnico, a mi entender. Habla usted en sus observaciones y comentarios de la "Unidad de Dios", y tal como acabo de exponerlo, Dios no es una Unidad sino una Unicidad. A no ser que si Dios es su propia Creación, se multiplicó a sí mismo a través de la disgregación del Adam Kadmon para que se manifestara lo aun no manifestado de toda la Creación. Salvo por esa interpretación que no la veo yo ni siquiera insinuada en su escrito, no se puede hablar de la Unidad de Dios. La Trinidad es un solo Dios, siquiera porque Dios es Único y lo único no admite duplicidades ni multiplicidades.

En cuanto a que me he dejado llevar por una concepción "un tanto abstracta de la unidad de Dios", creo que no vale la pena insistir en ello, salvo para destacar que no hay manera de abstraer en un concepto la sensación subjetiva de la existencia de Dios, pues como dijo Platón respecto al conocimiento de lo sagrado, es altamente difícil conocerlo y una vez conocido, es imposible trasmitirlo a otros. Sólo es posible abstraer un concepto de la realidad física (el aspecto manifestado de la Creación); de modo que aunque me lo hubiera propuesto, jamás hubiera logrado una concepción abstracta de Dios.

Finalmente, dice usted que el problema estaba resuelto por la intuición intelectual y no por la razón. En primer lugar, a mi entender, la intuición intelectual es el acto gnoseológico que emplea Platón para el conocimiento de la realidad extrasensorial. La intelección platónica (nous) sirve para conocer lo trashumano mas, el resultado será siempre el que es propio de una metafísica ontológica, intuitiva, pero de resultado y contenido ontológico, según se advierte leyendo a Platón. Y no es la metafísica ontológica con la que se accede al conocimiento de lo sagrado, sino con la intelección intuitiva de dimensión sagrada, algo que usted no menciona ni cercanamente, según lo que yo aprecio.

Me habla usted de la Trinidad Excelsa de San Agustín, pues bien, esa cualidad es la apropiada para el conocimiento de lo sagrado hasta donde a cada cual nos es posible. Quiero decir que, mientras la metafísica es accesible a todo el que esté dispuesto a conocerla, con lo sagrado no ocurre lo mismo. San Agustín habla de la Trinidad excelsa y está en ese adjetivo todo el significado de la cita que usted hace. Llamarla excelsa o intuición intelectiva de dimensión sagrada es lo mismo.

En cuanto a que el problema estaba resuelto por la intuición intelectual y no por la razón, es negarle a esta última su condición de herramienta necesaria para todo ejercicio intelectual correcto. El pensamiento se genera a la luz natural de la razón. Y el razonamiento es una forma de manifestar la presencia del espíritu creativo que emana del intelecto, sea intuitivo, sea especulativo.

Creo haber dado a sus observaciones la importancia que se merecen y sin desarrollar a fondo cada cuestión, con estas reflexiones sencillas doy por cumplida mi respuesta.

Narciso Lué