CAPITULO I
ABAD: Tú sabes que nosotros tres, entregados al estudio, hemos sido admitidos para dialogar contigo. Nos ocupamos de temas profundos, porque yo me aboco al Parménides y al comentario de Proclo; Pedro, por su parte, se ocupa de la Teología de Platón del mismo Proclo a la cual de griega convierte en latina; Fernando, asimismo, investiga el ingenio de Aristóteles. Tú, por tu parte, cuando tienes tiempo disponible, frecuentas al teólogo aeroopagita Dionisio.
Nos agradaría escuchar si acaso respecto de los temas que son abordados por quienes recién hemos mencionado se te ocurre una formulación más sintética y más clara.
NICOLÁS: Nos afanamos en torno a los profundos misterios en todas las direcciones y, según creo, tampoco alguien expondría tales temas más breve y fácilmente que aquellos que frecuentamos con nuestra lectura. Con todo, alguna vez me pareció a mí que es dejado de lado por nosotros aquello que nos podría guiar más próximamente a lo buscado.
PEDRO: Te rogamos con insistencia poner esto al descubierto.
FERNANDO: Todos nosotros de tal manera nos aficionamos a la verdad que sabiendo que la misma puede ser encontrada en todas partes, decidimos tener como maestro a aquel que la anteponga a los ojos de nuestra mente. Tú, por tu parte, te muestras infatigable aún en esta declinante vejez tuya, y cuando solicitado hablas acerca de ella parece que rejuveneces. Por lo tanto dinos tú aquello que, antes que nosotros, tú mismo has considerado.
NIC.: Lo diré, Fernando, y dialogaré contigo acordando esto: que a todo lo que oigas de mi parte, si no eres compelido por la razón, lo rechaces como superficial.
FER.: Que de esta manera se ha de obrar me lo enseñaron los filósofos, mis maestros.
NIC.: En primer lugar te pregunto a ti: ¿qué es aquello que ante todo nos hace saber?
FER.: La definición.
NIC.: Respondes correctamente, pues el enunciado o razón es la definición. Pero, ¿a partir de qué se dice la definición?
FER.: A partir de delimitar, porque limita todo.
NIC.: ¡Realmente muy bien! Si por lo tanto la definición limita todo, ¿también se limita, consecuentemente, a sí misma?
FER.: Ciertamente, puesto que nada excluye.
NIC.: Por lo tanto, ¿te das cuenta de que la definición que define es no otro que lo definido?
FER.: Lo veo, puesto que es la definición de sí misma. Pero no veo cuál sea tal definición.
NIC.: Con absoluta claridad te lo he expresado. Y esto es aquello acerca de lo cual he dicho que nosotros descuidamos en el curso de la caza pasando por alto lo buscado.
FER.: ¿Cuándo lo expresaste?
NIC.: Ahora mismo, cuando afirmé que la definición que todo define es no otro que lo definido.
FER.: Todavía no te comprendo.
NIC.: Lo poco que dije fácilmente se examina, en ello encontramos lo no-otro -li non aliud-. Pero si con todo el esfuerzo diriges la agudeza de la mente hacia no-otro verás conmigo que ello mismo es la definición que se define a sí a todo.
FER.: Instrúyenos de qué modo se hace esto, pues lo que afirmas es grande y hasta ahora no es creíble.
NIC.: Contéstame, por tanto, ¿qué es no-otro? ¿Es acaso otro que no-otro?
FER.: De ninguna manera es otro.
NIC.: Por lo tanto es no-otro.
FER.: Esto es lo cierto.
NIC.: En consecuencia define no-otro.
FER.: Yo veo ciertamente cómo no-otro es no otro que no-otro. Y esto nadie lo negará.
NIC.: Dices lo verdadero. ¿No ves acaso, ahora, con absoluta certeza, que no pudiendo ser definido por otro, no-otro se define a sí mismo?
FER.: Veo, ciertamente, pero todavía no está firme que ello mismo define todo.
NIC.: Nada más fácil para conocer. Pues, ¿qué responderías si alguien te preguntara qué es lo otro? ¿Acaso no dirías: no otro que otro? Así, por ejemplo, ¿qué es el cielo?, responderías: no otro que el cielo.
FER.: Efectivamente, con veracidad podría responder así acerca de todo cuanto me fuera solicitado para que sea definido por mi
NIC.: En consecuencia, dado que no queda duda alguna de que este modo de definir según el cual no-otro se define a sí mismo y a todo sea de muchísima precisión y además muy verdadero, no resta sino demorarnos atentamente en torno a lo mismo y descubrir lo que humanamente puede saberse.
FER.: Afirmas y prometes cosas admirables. Ciertamente desearía escuchar, en primera instancia, si alguien de entre los que se dedican a la contemplación ha hablado manifiestamente sobre esto..
NIC.: Aunque ninguno he leído, sin embargo parece que Dionisio ha estado más próximo que los demás, pues en todo lo que de variada forma expresa, él mismo dilucida no-otro. Cuando, en efecto llega al fin de la Teología Mística afirma que el creador ni es algo que pueda tener nombre ni es algo otro. Sin embargo esto de tal manera lo dice que no parece que hace público, en esto, algo de importancia, aunque para quien está atento haya expresado lo oculto no-otro explicado por él mismo en todo tiempo de diversa manera.
CAPITULO II
FER.: Dado que todos llaman a Dios primer principio, parece que tú ciertamente quieres que se lo signifique a él mismo por medio de li no-otro. Pues conviene proclamar a lo primero mismo lo que no sólo a sí mismo sino también a todo define. Pues no habiendo algo previo a lo primero y estando desvinculado de todos los que vienen después, precisamente no es definido sino por medio de sí mismo. En cambio, no teniendo lo principiado nada de por sí, sino que todo lo que es lo tiene por el principio, es efectivamente el principio su razón de ser o definición.
NIC.: Me has captado correctamente, Fernando. Pues, aunque se atribuyen al primer principio muchos nombres, ninguno de ellos puede ser adecuado a él, siendo también principio de todos los nombres, como asimismo de las cosas. Y nada de lo principiado antecede a todo. Sin embargo, es visto por la agudeza de la mente más precisamente por medio de un determinado modo de significar que por otro. Tampoco hasta ahora he podido constatar que cualquier significado dirige más correctamente la visión humana hacia lo primero. Pues todo lo significado que es limitado en algo otro o en lo otro mismo, en el modo como todo lo otro es por lo no-otro mismo, precisamente no dirigen hacia el principio.
FER.: Veo que lo que dices es, efectivamente, así, pues lo otro, el término de la visión, no puede ser el principio del que ve. Pues lo otro siendo no otro que lo otro precisamente presupone no-otro, sin lo cual no sería otro. En consecuencia, todo significado, que es otro del significado de lo no-otro mismo, se termina en otro y no en el principio. Esto, ciertamente lo veo verdadero con claridad.
NIC.: ¡Muy bien! Ahora bien, no pudiendo nosotros poner de manifiesto uno al otro lo que ve sino valiéndose del significado de los vocablos, realmente no surge alguno más preciso que li no-otro; aunque no sea el nombre de Dios, el cual es anterior a todo nombre que pueda nombrarse en el cielo y en la tierra, a la manera como el camino que lleva al peregrino a la ciudad no es el nombre de la ciudad.
FER.: Así es como tú dices y esto lo contemplo claramente. Cuando veo que Dios es no otro que Dios, y que algo es no otro que algo, y que nada es no otro que nada, y que no-ente es no otro que no-ente, y así acerca de todos los demás que pueden ser dichos de cualquier modo.
Pues por medio de esto veo que no-otro antecede a todo, porque lo define, y que eso mismo es otro, dado que no-otro antecede.
NIC.: Me agrada la rapidez y vivacidad de tu mente, porque lo que pretendo lo captas bien y rápidamente. De todo ello ves, en consecuencia, que el significado de li no-otro no sólo nos sirve como camino hacia el principio, sino que representa más cercanamente al innombrable nombre de Dios, de modo que en este nombre, como en un enigma más preciso, reluzca para los que inquieren.
CAPITULO III
FER.: Aunque parezca que tú ves por medio de li no-otro el principio del ser y del conocer, sin embargo a no ser que eso mismo me lo muestres con mayor claridad, no lo percibo.
NIC.: Afirman los teólogos que Dios brilla para nosotros más claramente en el enigma de la luz porque por medio de lo sensible ascendemos hacia lo inteligible. Ciertamente la luz misma, la cual es Dios, es antes de otra luz de cualquier manera nombrable, y es absolutamente antes de lo otro. Ahora bien, aquello que es visto antes de otro no es otro. En consecuencia aquella luz siendo lo no-otro mismo, y no la luz nombrable, brilla en la luz sensible. Pero se concibe de alguna manera que la luz sensible comparada con la visión sensible de tal modo se comporta, así como la luz que es lo no-otro lo hace respecto de todo lo que con la mente pueda ser visto. Ahora bien, experimentamos que la vista sensible sin la luz sensible nada ve, y que el color visible no es sino la determinación o definición de la luz sensible, como lo pone de manifiesto el iris, y así la luz sensible es el principio del ser y del conocer lo visible sensible. Así, ciertamente, inferimos que el principio del ser es, asimismo, el principio del conocer.
FER.: ¡Clara orientación y además agradable! Pues así se comporta en el oído sensible. Pues el sonido es principio del ser y del conocer de lo audible. Por lo tanto, Dios significado por no-otro es para todo principio del ser y del conocer. Si alguien lo suprime, nada queda ni en la realidad ni tampoco en el conocimiento. Así como suprimida la luz el iris o lo visible ni es ni es visto, y suprimido el sonido no hay ni lo audible ni se oye, de la misma manera suprimido lo no-otro ni hay ni es conocida cosa alguna. Tengo para mí que es muy cierto que estas cosas así se comportan.
NIC.: Efectivamente, bien lo sostienes, pero te ruego que adviertas: cuando algo ves, por ejemplo una piedra cualquiera, aunque no lo tomes en cuenta, sin embargo no puedes ver eso mismo sino por la luz. Y así cuando algo oyes, no lo oyes sino por el sonido, aun cuando no prestes atención. Por lo tanto, el principio del ser y del conocer se presenta a sí mismo prioritariamente, como lo que sin tal principio en vano intentarás ver u oír. Además, porque respecto de lo otro que deseas ver u oír se da la intención, no quedas fijado a la consideración del principio, aunque eso sea el principio, el medio y el fin de lo buscado.
De la misma manera tómalo en cuenta en no-otro. Pues siendo todo lo que ciertamente es no otro que ello mismo, esto, efectivamente, no lo tiene procedente de otro lugar, por lo tanto lo tiene de lo no-otro. Por lo tanto, o bien no es o bien eso que es no es conocido que es sino por medio de no-otro. Ésta es ciertamente su causa: es decir, la muy adecuada razón o definición, la cual se presenta a sí misma prioritariamente, porque es el principio, el medio y el fin de lo buscado por medio de la mente. Pero de ninguna manera se considera respecto del ser cuando aquello que efectivamente se busca es buscado como otro. Pues propiamente no se busca el principio, el cual siempre antecede a lo buscado y sin el cual lo buscado de ninguna manera puede ser buscado.
Ahora bien, todo aquel que busca, busca apoderarse del principio, si, como Pablo dice, de ello fuera capaz, lo cual, porque no puede realizarse al modo como es en sí, buscándolo ante lo otro dado que él mismo es otro, lo busca, ciertamente, en otro, así como la luz, que en sí es invisible a través de la vista del hombre, como se hace patente en la pureza de la luz solar, se busca que sea vista en lo visible. Pues tampoco es necesario buscar la luz que a sí misma se muestra en lo visible, siendo, por otra parte, incomprensible. Ya que con la luz tendría que ser buscada la luz. Por lo tanto, la luz en lo visible, donde es percibida, se la requiere a fin de que al menos de un modo aprensible sea vista.
CAPITULO IV
FER.: Nos advertiste que debíamos detenernos en torno de no-otro; a raíz de tus muy importantes promesas no me apresuraré a apartarme. Dime, por tanto, ¿qué es lo que tú entiendes por no-otro?
NIC.: Eso que entiendo por medio de ello mismo no puede ser expresado por otro de otra manera. Pues todo después de ello sería, ciertamente, una otra exposición y menor que ello mismo. Pues eso que se esfuerza la mente en ver por medio de ello mismo, siendo así que antecede todo lo que puede decirse o pensarse, ¿de qué modo se dirá de otra manera? Pues todos los teólogos vieron que Dios es aquello mayor que lo que pudiera concebirse, y de ahí que acerca de él mismo afirmaron que es "sobresustancial", "sobre todo nombre" y cosas similares, pero tampoco formularon para nosotros en Dios algo otro por medio del "por sobre", algo otro por el "sin", algo otro por el "in-", algo otro por el "no", algo otro por el "antes"; pues es idéntico que él mismo sea sustancia supersustancial y sustancia sin sustancia, y sustancia insustancial, y sustancia no-sustancial y sustancia antes de la sustancia. Ahora bien, de cualquier manera que lo dijeres, siendo lo que tú dices no otro que lo mismo, es evidente que no-otro es más simple y previo y no decible por otro ni tampoco expresable.
FER.: ¿Acaso quieres decir que no-otro es afirmación o negación o algo tal de su género?
NIC.: De ninguna manera, sino antes de todas aquellas. Y esto es lo que por medio de la coincidencia de los opuestos busqué durante muchos años, como ponen de manifiesto los muchos libros que escribí sobre esta especulación.
FER.:¿No-otro pone o quita algo?
NIC.: Es visto antes de toda posición y también de toda supresión.
FER.: Por lo tanto, tampoco es sustancia, ni ente, ni uno, ni cualquier otra cosa.
NIC.: Ciertamente, así lo veo yo.
FER.: Por esto ni no-ente, ni tampoco nada.
NIC.: Y esto lo veo precisamente así.
FER.: Te sigo, padre, cuanto soy capaz y me parece muy cierto que no-otro no puede ser comprendido ni por la afirmación ni por la negación o bien por cualquier otro modo, sino que de una manera admirable parece acceder a lo eterno mismo.
NIC.: Parece que participa en gran medida de no-otro lo estable, lo firme, lo eterno, dado que no-otro de ninguna manera puede recibir la alteración o la mutación. Sin embargo, siendo lo eterno no-otro que eterno verdaderamente será lo eterno ciertamente otro que no-otro y por ello percibo claramente que ello mismo es antes de lo eterno y antes de los siglos, por sobre toda comprensión.
FER.: De esta manera, ciertamente, es necesario que todo aquel que contigo mira con claridad diga cuando apunta a lo que es antecedente de todo lo que puede ser dicho. Sin embargo, yo mismo me sorprendo cómo lo uno y lo ente y lo verdadero y lo bueno existen después de ello mismo.
NIC.: Aunque lo uno parezca cercano de modo notable a lo no-otro, cuando, efectivamente, todo se diga o bien lo uno o bien lo otro, de modo tal que lo uno aparezca como si fuera lo no-otro, sin embargo, con todo, siendo lo uno no otro que lo uno, es otro del mismo no-otro. Por lo tanto, lo no-otro es más simple que lo uno, obteniendo del mismo no-otro que sea lo uno, y no a la inversa.
Pues, ahora bien, algunos teólogos aceptando lo uno en lugar de lo no-otro, vieron claramente lo uno mismo antes de la contradicción, al modo como se lee en el Parménides de Platón y también en el areopagita Dionisio.
Con todo, siendo lo uno otro de lo no-uno, de ninguna manera dirige hacia el primer principio de todo, el cual sea por otro sea por nada no puede ser lo otro, el cual asimismo a ninguno es contrario, como habrás de ver más abajo.
De la misma manera reflexiona acerca del ente, pues aunque se vea claramente que en él mismo brilla lo no-otro, puesto que respecto de los que son de ninguna manera se ve lo otro por algo [otro], con todo, a ello mismo precede lo no-otro.
Así también respecto de lo verdadero, lo cual ciertamente de modo similar de ningún ente es negado, también acerca de lo bueno, aunque nada se encuentre despojado de lo bueno. Asimismo, todo esto es tomado por este motivo: como nombres manifiestos de Dios, aunque sin embargo no alcancen la precisión. Ahora bien, no se dice propiamente que tales nombres son después de lo no-otro, pues si fueran después de lo no-otro, ¿cómo cualquiera de ellos sería no otro que aquello que es? Así, por lo tanto, lo no-otro es visto antes de estas denominaciones y las otras, ya que no son después de ello mismo [lo no-otro] sino por medio de ello mismo [lo no-otro].
Por tanto, tú, ciertamente, te has admirado con justeza acerca de estos nombres a los cuales antecede lo no-otro, bajo qué condiciones son después de ello mismo [lo no-otro] y de qué modo es eso posible.
FER.: Si te comprendo correctamente, de tal manera es visto li no-otro antes de todo, que de ninguna de estas denominaciones que se ven después de ello mismo [lo no-otro] pueda estar ausente, ciertamente aunque también éstas sean contradictorias.
NIC.: Así, efectivamente, veo con claridad lo verdadero.
CAPITULO V
FER.: Te ruego, padre, toleres que yo hable sobre eso que yo mismo intuyo guiado de esta manera hacia lo no-otro, de modo que si experimentaras que yo me equivoco, me corrijas de acuerdo con tu costumbre.
NIC.: Habla, Fernando.
FER.: De tal modo veo lo no-otro intuyéndolo separadamente antes de todo otro que intuyo en ello todo cuanto puede ser visto, pues ni el ser ni tampoco el ser conocido fuera de ello mismo [lo no-otro] es algo posible. También lo otro mismo del ser y del ser conocido no puede escapar a eso. Pues el ser o el entender algo fuera de lo no-otro ni siquiera me es posible imaginarlo, de manera tal que si intentara ver la misma nada y el ignorar sin lo no-otro, intentaría ver inútil y vanamente.
¿Cómo, pues, la nada es nada visible sino por lo no-otro, de modo que sea no otro que nada? De modo similar respecto del ignorar y de todo lo demás.
Pues todo lo que es, en tanto es, es en cuanto no-otro; y todo lo que se entiende, en tanto se entiende, se entiende en cuanto que es no-otro; y todo lo que es visto verdadero, en tanto es visto verdadero, es visto en cuanto es no-otro. Y, sumariamente, todo lo que es visto otro, en tanto es visto otro, es visto en cuanto no-otro. Por lo tanto, así como quitado lo no-otro ni permanece ni es conocida cosa alguna, así también en ello mismo [lo no-otro] ciertamente todo no solamente es sino también es conocido y es visto.
Pues lo mismo no-otro es la razón más adecuada y el discernimiento y la medida de todo lo que es, para que sea; y lo que no es para que no sea; y lo que puede ser para que pueda ser; y lo que es así para que así sea; y lo que es movido, para que se mueva; y lo que está en pie, para que permanezca en pie; y lo que vive, para que viva; y lo que entiende, para que entienda; y del mismo modo, todo.
Pues así veo que es necesario en aquello que veo que lo no-otro mismo se defina a sí mismo y por lo mismo también a todo lo que puede ser nombrado.
NIC.: Correctamente proyectaste tu agudeza hacia Dios significado por no-otro, a fin de que contemplaras en el principio, causa o razón, la cual no es otra ni diversa, todo lo que es visible humanamente, ciertamente en la medida en que te es concedido ahora.
Ahora bien, tanto es concedido, cuanto lo mismo no-otro, es decir, la razón de las cosas, se revela a tu razón o mente, es decir, se muestra visible; pero ahora valiéndose de esto: por medio de lo no-otro, porque se define a sí mismo, se reveló más claramente que antes.
Pues de qué modo se me ha presentado visible, lo has podido leer en muchos libros, ahora, empero, en este enigma del significado del mismo no-otro, muy principalmente por aquella razón: porque se define a sí mismo más fecunda y claramente, al punto que yo pueda esperar que el mismo Dios habrá de revelarse en algún momento a nosotros sin enigma.
FER.: Aunque en lo dicho antes todo cuanto puede ser visto por nosotros se complica, sin embargo a fin de que seamos estimulados más incisivamente, propongamos ciertas dudas para que al evacuarlas resulte más próxima la visión ejercitada.
NIC.: Me agrada que así lo hagas.
FER.: En primer lugar, el ávido de ciencia se pregunta dónde deba tomarse el argumento de que Dios trino y uno es significado por li no-otro, puesto que lo no-otro antecede a todo número.
NIC.: A partir de aquello que ha sido dicho, todo es visto con una única razón, a la cual, ciertamente, has visto que es porque el principio significado por no-otro se define a sí mismo. Por lo tanto, intuyamos en su explicada definición que lo no-otro es no otro que lo no-otro, lo mismo repetido trinitariamente si es definición de lo primero, como ves ello mismo es efectivamente unitrino y no por otra razón que porque se define a sí mismo, pues no sería primero si de ninguna manera se definiera a sí mismo. Ahora bien, cuando se define se muestra trino.
Por lo tanto, ves que la trinidad surge de la perfección a la cual, sin embargo, porque la ves antes de lo otro, ni puedes numerarla ni puedes afirmar que sea número, puesto que esta trinidad no es otro que la unidad, y la unidad no es otro que la trinidad, porque tanto la trinidad como la unidad no son otro que el simple principio significado por no-otro.
FER.: Veo muy bien que la necesidad de la perfección de lo primero —puesto que a sí mismo se define— exige que sea unitrino antes de lo otro, por lo mismo aún también antes del número, ya que aquello que presupone lo primero mismo en nada aporta a su perfección. Pero como en otras oportunidades, y frecuentemente te has esforzado en explayar de alguna manera, máxime ciertamente en la Docta Ignorancia, por medio de otros términos, será suficiente si a ésos pudieras añadir ahora algunos pocos.
NIC.: El misterio de la Trinidad —ciertamente recibido por la fe con la gracia de Dios—, aunque largamente supere todo sentido y lo preceda, según este procedimiento con el cual al presente preguntamos por Dios, no puede ser aclarado de otra manera ni más precisamente como has oído más arriba.
Pero quienes nombran a la trinidad "Padre", "Hijo" y "Espíritu Santo", en verdad se acercan menos precisamente, sin embargo utilizan tales nombres congruentemente en razón de la concordancia con las Escrituras.
Ahora bien, quienes denominan a la trinidad "unidad", "igualdad" y "nexo" acceden de modo más cercano, si tales términos se encontraran insertos en las sagradas escrituras, pues son aquellos en los cuales claramente reluce lo no-otro. Pues en la unidad, la cual dice indistinción por sí y distinción de otro, ciertamente se contempla lo no-otro. Del mismo modo también para quien reflexione se manifiesta a sí misma en la igualdad y en el nexo.
Más simplemente todavía estos términos: "esto", "eso", "lo mismo", imitan de un modo más brillante y más preciso lo no-otro, pero son menos usados. Así, por lo tanto, es evidente que en no-otro, y no-otro, y también no-otro, aunque de ninguna manera haya sido utilizado, el principio unitrino se revela clarísimamente por sobre toda nuestra aprehensión y capacidad.
Pues cuando el principio primero se define a sí mismo significado por medio de no-otro, en ese movimiento definiente a partir de lo no-otro se origina lo no-otro y también a partir de lo no-otro y originado lo no-otro en lo no-otro se termina la definición, la cual será más claramente intuida contemplando que lo que pueda decirse.