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SIMONE WEIL (1909-1943)
CARTA A UN RELIGIOSO
(fragmento)

Ed. Trotta, Madrid, 1998. Traducción de M. Tabuyo y A. López.

7. Si Osiris no es un hombre que haya vivido sobre la tierra siendo al mismo tiempo Dios, de la misma manera que Cristo, entonces la historia de Osiris es al menos una profecía infinitamente más clara, más completa y más próxima a la verdad que todo lo que se denomina con este nombre en el Antiguo Testamento. Lo mismo puede decirse de otros dioses muertos y resucitados.

La gran importancia que actualmente tiene este problema radica en que se hace urgente remediar el divorcio que existe desde hace veinte siglos y que se agrava sin cesar entre la civilización profana y la espiritualidad en los países cristianos. Nuestra civilización no debe nada a Israel y muy poca cosa al cristianismo; casi todo lo debe a la antigüedad pre-cristiana (germanos, druidas, romanos, griegos, egeo-cretenses, fenicios, egipcios babilonios...). Si hay una separación nítida entre esta antigüedad y el cristianismo, la misma separación existe entre nuestra vida profana y nuestra vida espiritual. Para que el cristianismo se encarne verdaderamente, para que la inspiración cristiana impregne la vida entera, es preciso reconocer antes que históricamente nuestra civilización profana procede de una inspiración religiosa que, aunque cronológicamente pre-cristiana, era cristiana en su esencia. La Sabiduría de Dios debe ser contemplada como el trayecto único de toda luz en este mundo, incluso las débiles luces que iluminan las cosas de este mundo.

Y otro tanto por lo que hace a Prometeo. La historia de Prometeo es la historia misma de Cristo proyectado en lo eterno. No falta ahí más que la localización en el tiempo y en el espacio.

La mitología griega está llena de profecías. Lo mismo ocurre con los relatos del folclore europeo, con lo que se llama los cuentos de hadas.

En realidad, muchos nombres de divinidades griegas son probablemente nombres que designan a una sola Persona divina, a saber, el Verbo. Pienso que es el caso de Dioniso, Apolo, Artemisa, Afrodita celeste, Prometeo, el Amor, Proserpina y algunos más.

Creo también que Hestia, Atenea y quizá Hefestos son nombres del Espíritu Santo. Hestia es el fuego central. Atenea salió de la cabeza de Zeus después que éste hubiera devorado a su esposa, la Sabiduría, que estaba encinta; "procede", pues, de Dios y de su Sabiduría. Tiene como atributo el olivo, y el aceite, en los sacramentos cristianos, tiene afinidad con el Espíritu Santo.

Se comentan por lo común ciertos actos o palabras de Cristo diciendo: "Para que se cumpliera la Escritura". Se trata de profecías hebreas. Pero otros actos, otras palabras podrían ser comentadas igualmente en relación con profecías no hebreas.

Cristo comenzó su vida pública transformando el agua en vino. La terminó transformando el vino en sangre. Señaló así su afinidad con Dioniso. También por medio de la expresión: "Yo soy la vid verdadera".

Las palabras "si el grano no muere" expresan su afinidad con las divinidades muertas y resucitadas que tenían a la vegetación por imagen, como Atis y Proserpina.

La maternidad de la Virgen tiene relaciones misteriosas con un pasaje del Timeo de Platón concerniente a una cierta esencia, madre de todas las cosas y perpetuamente intacta. Todas las diosas madres de la antigüedad, como Deméter o Isis, eran figuras de la Virgen.

La comparación -tan insistente- de la Cruz con el árbol, de la crucifixión con la horca, debe tener relación con mitologías hoy desaparecidas.

Si el poema escandinavo La runa de Odín es anterior a toda contaminación cristiana (cosa inverificable), contiene también una profecía significativa:

"Yo sé que he colgado de un árbol balanceado por el viento, durante nueve noches enteras, herido por una lanza, ofrecido a Odín, yo mismo a mí mismo, en aquel árbol cuyas raíces nadie conoce".

"Nadie me ha dado pan, ni me ha ofrecido un cuerno para beber en él. He mirado hacia abajo, he observado las runas, llorando las he fijado en la memoria y luego he bajado de allí" (Primera Edda).

La expresión "Cordero de Dios" sin duda está relacionada con tradiciones que quizá tengan vínculos con lo que hoy se llama totemismo. La historia de Zeus Ammón en Herodoto (Zeus degollando un carnero para mostrarse a quien le suplica se deje ver recubierto de su vellón), comparada con la expresión de san Juan "el Cordero que fue degollado desde la fundación del mundo", proyecta sobre ella una intensa luz. El primer sacrificio que haya complacido a Dios, el de Abel, rememorado en el canon de la misa como figura de Cristo, era un sacrificio animal. Y lo mismo el de Noé, que salvó definitivamente a la humanidad de la cólera de Dios y suscitó un pacto de Dios con los hombres. Son ésos los efectos de la Pasión de Cristo. Hay una misteriosa relación entre ambos.

Se debió pensar en tiempos muy antiguos que hay una presencia real de Dios en los animales a los que se da muerte para comer; que Dios desciende a ellos para ofrecerse como alimento a los hombres. Este pensamiento hace del alimento animal una comunión, mientras que de otro modo es un crimen, al menos desde una filosofía más o menos cartesiana(1).

Puede ser que en Tebas, en Egipto, hubiera presencia real de Dios en el carnero ritualmente sacrificado, como hoy en la hostia consagrada.

Vale la pena subrayar que en el momento en que Cristo fue sacrificado, el sol estaba en la constelación de Aries.

Platón, en el Timeo, describe la configuración astronómica del universo como una especie de crucifixión del Alma del Mundo, siendo la intersección el punto equinoccial, es decir, la constelación de Aries.

Varios textos (Epinomis, Timeo, El Banquete, Filolaos, Proclo) indican que la construcción geométrica de la media proporcional entre un número y la unidad, centro de la geometría griega, era el símbolo de la mediación divina entre Dios y el hombre.

Ahora bien, gran número de sentencias de Cristo recogidas en los Evangelios (sobre todo por san Juan) tienen, con una insistencia tan marcada que debe ser forzosamente intencionada, la forma algebraica de la media proporcional. Por ejemplo: "Como mi Padre me ha enviado, así yo os envío, etc." La misma relación que une al Padre con Cristo, une a Cristo con los discípulos. Cristo es la media proporcional entre Dios y los santos. La palabra misma de mediación lo indica.

Concluyo de todo ello que así como Cristo se reconoció en el Mesías de los Salmos, en el justo sufriente de Isaías, en la serpiente de bronce del Génesis, también se reconoció en la media proporcional de la geometría griega, la cual se transforma entonces en la más brillante de las profecías.

Ennio, en un escrito pitagórico, afirmaba: "Se llama Proserpina a la luna... porque, como una serpiente, se vuelve ora hacia la izquierda, ora hacia la derecha".

Todos los dioses mediadores, asimilables al Verbo, son dioses lunares, portadores de cuernos, de liras o de arcos que evocan el creciente de la luna (Osiris, Artemisa, Apolo, Hermes, Dioniso, Zagreo, el Amor... ). Prometeo es la excepción, pero en Esquilo lo le sirve de contrapeso, condenada al vagabundeo perpetuo y, como él, a la crucifixión; y tiene cuernos. (Piénsese que antes de ser crucificado, Cristo era un vagabundo, y Platón describe al Amor como un vagabundo miserable.)

Si el Sol es la imagen del Padre, la Luna, reflejo perfecto del esplendor solar, pero reflejo que es posible contemplar y que sufre la disminución y la desaparición, es la imagen del Hijo. La luz es, entonces, la del Espíritu.

Heráclito tenía una Trinidad, que se adivina solamente a través de los fragmentos que de él nos quedan, pero que aparece claramente en el Himno a Zeus de Cleanto, de inspiración heraclítea. Las Personas son: Zeus, el Logos y el Fuego divino o Rayo.

Cleanto dijo a Zeus: "Este universo consiente la dominación (exw krateitai) - Tal es la virtud del servidor que tienes en tus manos invisibles - De fuego, de doble filo, eternamente vivo, el rayo". El rayo no es un instrumento de coacción sino un fuego que suscita el consentimiento y la obediencia voluntaria. Es, pues, el Amor. Y este Amor es un servidor, eternamente viviente, por tanto una Persona. Las representaciones tan antiguas de Zeus con un hacha de doble filo (símbolo del rayo), en los bajorrelieves cretenses, tenían quizá ya este significado. (Piénsese en el "doble filo" de la frase de Cristo: "No he venido a traer la paz sino la espada".)

El Fuego es constantemente símbolo del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento.

Lo estoicos, herederos de Heráclito, llamaban pneuma al fuego cuya energía sostiene el orden del mundo. Pneuma es un hálito ígneo.

El semen que produce la generación carnal era, según ellos y según los pitagóricos, un pneuma mezclado con líquido.

Las palabras de Cristo sobre el nuevo nacimiento –y, en consecuencia, todo el simbolismo del bautismo– deben compararse, para comprenderlas correctamente, a las concepciones pitagórica y estoica de la generación. Por otra parte, creo que es Justino quien compara el bautismo con la generación. Teniendo esto en cuenta, la frase órfica: "Cabrito, has caído en leche" debe quizá compararse con el bautismo (los antiguos consideraban que la leche estaba hecha de la semilla del padre).

La célebre frase "el gran Pan ha muerto" quería quizá anunciar, no la desaparición de la idolatría, sino la muerte de Cristo, siendo Cristo el gran Pan, el gran Todo. Platón (Cratilo) dice que Pan es el "logos". En el Timeo da este nombre al Alma del Mundo.

San Juan, sirviéndose de las palabras "Logos" y "Pneuma", indica la profunda afinidad que une al estoicismo griego (que debe diferenciarse del de Catón y Bruto) con el cristianismo.

Platón también conocía claramente, y lo ha indicado por alusiones en sus obras, los dogmas de la Trinidad, la Mediación, la Encarnación, la Pasión y las ideas de gracia y salvación por amor. Conoció la verdad esencial, a saber, que Dios es el Bien. No es Omnipotencia más que por añadidura.

Al decir: "He venido a arrojar fuego sobre la tierra, y ¿qué más puedo desear si el incendio ya ha prendido?", Cristo indicó su afinidad con Prometeo.

Su frase "Yo soy el Camino" debe ser comparada con el Tao chino, palabra que quiere decir literalmente el camino, la vía, y, metafóricamente, por una parte, el método de salvación, por otra, el Dios impersonal que es el de la espiritualidad china, pero que, aunque impersonal, es el modelo de los sabios y actúa incesantemente.

Su frase "Yo soy la Verdad" hace pensar en Osiris, Señor de la Verdad.

Cuando dice en una de sus sentencias más importantes, "aquellos que hacen la verdad" (poiounteV alhteian), emplea una expresión que no es griega y, que yo sepa, tampoco hebrea (esto debería ser verificado). Es, por el contrario, egipcia. Maât quiere decir a la vez justicia y verdad. Esto es significativo. No fue por casualidad que la Sagrada Familia se dirigiera a Egipto.

El bautismo entendido como una muerte es el equivalente a las iniciaciones antiguas. San Clemente Romano emplea la palabra "Iniciado" para bautizado. El empleo del término "misterios" para designar los sacramentos indica la misma equivalencia. El baptisterio circular se parece mucho al estanque de piedra en el que, según Herodoto, se celebraba el misterio de la pasión de Osiris. Uno y otro, quizá, evocan el mar, ese mar en el que flotaban las arcas de Noé y de Osiris, madera que salvó a la humanidad antes de que lo hiciera la de la Cruz.

Cantidad de relatos de la mitología y el folclore podrían ser traducidos a verdades cristianas sin forzar ni deformar nada, proyectando sobre ellos, por el contrario, una vívida luz. Y también esas verdades se encontrarían iluminadas.

NOTA

1. El Antiguo Testamento.